Mario, cuyo nombre completo es Pedro Mario Álvares Abrante, fue uno de los fichajes más peculiares durante la etapa de Frank Rijkaard en el Barça. Llegó al club en 2003 recomendado por Eusebio, quien ya lo había dirigido en el Real Valladolid. Aunque llegó con la etiqueta de ser un central rápido y prometedor, nunca logró adaptarse al equipo. Hoy en día, Mario admite que la magnitud de un club como el Barça lo sobrepasó.
En una entrevista reciente para el podcast Offsiders, el exjugador habló sobre su paso por el Barça y cómo se dio su fichaje. “Ese verano, el presidente del Valladolid me llamó y me dijo: ‘Mario, hay un equipo grande de España que quiere ficharte. Es el Barça, pero no puedes decirle nada a nadie porque si se filtra, la operación se cae’. Por esa época, mis amigos me insistían en salir de fiesta, pero yo estaba centrado: comía bien, me cuidaba… Ellos no entendían nada porque normalmente, en vacaciones, solía ganar cinco kilos. El Barça pagó tres millones por mí. Ese mismo año ficharon a Ronaldinho, Quaresma y Márquez, además de contar ya con jugadores como Xavi, Iniesta, Luis Enrique, Cocu y Kluivert. Todo era tan inmenso que me sentí insignificante. Era otra dimensión, como una película diferente”.
Los “entrenamientos” en el Barça
Mario también recordó el contraste entre los métodos de entrenamiento del Valladolid y los del Barça. “En el Barça no se hacía gimnasio. Era otra filosofía. Allí entrenábamos con balón: 45 minutos de rondos, un par de carreras, y ya. Yo venía del Valladolid, donde corríamos como animales, y llegar al Barça fue un choque. Todos los días terminábamos con rondos. Al principio podía parecer divertido, pero a mí ya me aburría. Había mucho trabajo técnico con el balón, pero nada físico. Supongo que con los futbolistas que había no hacía falta”.
Entre esos compañeros, Ronaldinho lo impresionó profundamente. “Ronaldinho, para mí, si se hubiera cuidado un poco más, habría sido mejor que Messi. Entrenaba al 50% o 70%, pero jugaba riéndose. Era increíble verlo jugar y entrenar. En los años buenos del Barça, era el mejor del mundo, sin duda. No se le podía quitar el balón, era otro nivel, superior a todos. Y como persona era espectacular, siempre amable. Había otros jugadores que ni te saludaban, pero Ronnie era diferente”.